domingo, 28 de junio de 2020

El conflicto entre lo que nos gusta y lo que nos pide la dieta



Una mujer sostiene una manzana con la mano.
Una mujer sostiene una manzana con la mano.

NUTRICIÓN

La razón por la que fallan las dietas bajas en calorías: lo que debes hacer para perder peso

Uno de los motivos es que no nos gusta lo que hay que comer dentro de una dieta, por ello es importante adaptarlas a nuestros gustos y necesidades. 

27 junio, 2020 02:53


Uno de los primeros obstáculos se presenta ya en la propia palabra "dieta". Y así lo explica a EL ESPAÑOL Alfonso Méndez, psicólogo y Director de la Unidad de Obesidad y Sobrepeso de Instituto Centta. "La palabra dieta está asociada a conceptos como el de temporalidad (una dieta tiene que durar un determinado periodo), restricción -en una dieta no se puede comer de todo y siempre hay alimentos que deben ser sacrificados- o sufrimiento, porque en las dietas se termina sufriendo. Con estos antecedentes, es muy difícil que se tenga éxito en nuestro cometido. Cuanto mayor distancia exista entre nuestra forma de comer y la que nos dice nuestra dieta, mayor probabilidad de fracaso".  

Una de las dietas que se utilizan para perder peso y grasa, es la dieta hipocalórica o bajas en calorías. Son dietas en la que se trata de comer, fundamentalmente, alimentos variados y bajos en calorías y cocinarlos con técnicas de cocinado sencillas que no aporten más grasa de la necesaria. Sin embargo, como la mayoría de dietas, las bajas en calorías también fallan. Y los motivos son más sencillos de entender de lo que pensamos. La clave: las dietas no nos gustan. 

Por ello es importante que, para cumplir una dieta, en este caso una dieta baja en calorías, "los objetivos tienen que ser alcanzables porque si no corremos el riesgo de dejarnos invadir por la frustración. Se llega más lejos cuando damos pasos cortos y seguros sobre terreno fiable, que no grandes zancadas sobre terreno inestable", añade el experto. "No se trata de cambiar radicalmente todos los lunes nuestra forma de comer, sino de analizar qué cosas podemos ir cambiando poco a poco, e ir introduciendo lentamente esos cambios". 

Lo que hay en la dieta no nos gusta

El éxito y el fracaso de las dietas hipocalóricas se encuentran en la misma palabra. "Según han mostrado diferentes estudios científicos, el fracaso de las dietas está fundamentalmente, en la falta de adherencia. Porque su éxito es precisamente la adherencia", afirma la dietista-nutricionista Paloma Quitana, CEO de Nutrición con Q®.
Uno de los motivos principales de la falta de adherencia, es decir, de que las dietas bajas en calorías no se mantengan en el tiempo, es porque la persona pone el foco únicamente en las calorías de los alimentos y no en los alimentos que le gustan. "Lo importante de las dietas es que nos gusten, que nos gusten los alimentos que haya en ellas y que se amolde a nuestro estilo de vida, que nos sintamos a gusto con la dieta que se está llevando", asegura la experta. En ocasiones, no se trata sólo de alimentos en sí, sino de cambiar también ciertos hábitos como el sueño, el alcohol, el ejercicio… Y no centrarnos sólo en que la dieta sea baja en calorías.
Otro de los motivos, mejor dicho otros de los dos motivos principales de esa falta de adherencia se explican a nivel fisiológico. Según Quintana, en primer lugar, no es sostenible a nivel fisiológico pasar hambre y muchas veces en este tipo de dietas hipocalóricas mal planificadas, se pasa hambre. Y fisiológicamente, el cuerpo tiene armas y herramientas para que no pasemos hambre. Y en segundo lugar, por una cuestión de termogénesis adaptativa, "cuando sometemos a nuestro organismo a una baja ingesta mucho tiempo, se adapta y nuestro gasto basal y total se reduce", explica la nutricionista. Mantener durante mucho tiempo esa dieta baja en calorías hará que nos movamos menos, que estemos más sedentarios o que incluso, podamos dormir peor.   

Calidad nutricional y saciedad 

Es clave por tanto, planificar bien el menú o la dieta en base a estos factores: a las necesidades y gustos de cada persona; a que no se pase hambre y a que esa persona no se sienta baja de energía. "Hay que realizar estrategias para paliar los motivos del fracaso de las dietas hipocalóricas sostenidas como hacer descansos", aconseja Quintana.  
Por ejemplo, un día cada 15 esa persona puede hacer comidas más cargadas de energía, con más calorías, y no tienen porqué ser alimentos insanos. Un arroz o paella, por ejemplo. Que una vez cada 15 días se tome un buen plato de paella y si le apetece un helado de postre, se lo tome. Que haya un día de cierto descanso. O que incluso haya varios días o una temporada en la que la dieta no sea tan baja en calorías. 
Es fundamental fijarnos en la calidad nutricional de los alimentos y no sólo en las calorías, pero también en la saciedad que nos produzcan esos alimentos. "Es importante planificar estas dietas para que sean saciantes y ayudar así a que las personas no se queden con hambre", concluye.

martes, 23 de junio de 2020

La influencia de la alimentación sana en muchos aspectos fundamentales de la sociedad



Un informe estima que una alimentación sana ahorraría 

un 20% del gasto sanitario

CRISTINA CASTRO 

Hasta 14.300 millones de euros se podría ahorrar el Sistema Nacional de Salud (casi el 20% de su gasto total) si los españoles se alimentaran de forma adecuada. Es una de las principales conclusiones del informe «Alimentación, factor de salud y sostenibilidad», que analiza distintos factores relacionados con la nutrición, desde el económico al sanitario o de la comunicación.
El ahorro, explica el informe, sería tanto en términos de una menor utilización inadecuada del sistema como en una mejora de la productividad de la población activa y el valor social de alargar la esperanza de vida, por una menor incidencia de enfermedades coronarias, cáncer, accidentes cerebrovasculares, diabetes, fracturas osteoporóticas de cadera y otras patologías derivadas.

Cómo nos informamos sobre alimentación

Cada vez se busca más información sobre vida sana y alimentación, sin embargo también hay una mayor exposición a las noticias falsas. El informe recoge datos del informe “Peligros de la percepción”, publicado por Ipsos en 2018, que concluyó que un 57% de los españoles admitía haber considerado como cierta una noticia que no lo era relacionada con el sector alimentario.


Hay, según esto, un clima de confusión que se alimenta de que, según datos de la Federación Española de Alimentación y Bebidas (FIAB), tres de cada 10 noticias falsas en la red son de alimentación. E influyen, puesto que el 38% de la población modifica sus pautas de consumo ante noticias negativas publicadas en los medios de alimentación. “El problema es que este tipo de informaciones sin respaldo

científico, que se transmiten a través de los medios de comunicación, pueden poner en serio riesgo la salud pública”, apunta en nota de prensa Carmen Mateo, presidenta de Cariotipo y coordinadora del informe.

El informe se ha presentado hoy en la CEOE, que ha colaborado en la elaboración junto a la agencia Cariotipo Lobby & Comunicación y la Fundación Española del Corazón, además del patrocinio de Eurosemillas.

Seguridad alimentaria

El informe no pone solo el foco en la información, también en la importancia de la seguridad alimentaria, que en España se vio recientemente amenazada por un brote como el de la listeriosis, que dejó varios abortos y fallecidos en 2019.


Según este informe, en 2017 se produjeron casi 11 millones de muertes debido a alimentos insalubres y los brotes van en aumento. No en vano, una experta de Seguridad Alimentaria del Ayuntamiento de Madrid indicaba a El Independiente hace unos meses que «la población es cada vez más vulnerable a las intoxicaciones alimentarias».
El informe, que foco en que la contaminación de los alimentos se puede dar en cualquier punto de la cadena alimentaria del productor al propio consumidor, calcula que los alimentos contaminados por

microorganismos o sustancias químicas nocivas causan más de 200 enfermedades, que pueden ser especialmente graves en los menores de cinco años. Según Naciones Unidas, casi una de cada 10 personas enferman cada año en el mundo por ingerir alimentos contaminados y 420.000 mueren.

Un mundo de malnutrición y obesidad

La alimentación en el mundo presenta contrastes como que 820 millones de personas carecían de alimentos suficientes para comer en 2018 mientras que el sedentarismo y la obesidad van en aumento y son epidemias del siglo XXI en los países desarrollados. De hecho, en 2019 la población con obesidadn (850 millones de personas) superó por primera vez a la que pasa hambre, según los datos de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).


Y aquí el informe, en el que ha participado el catedrático de Nutrigenómica José María Ordovás, hace hincapié en la alimentación como protagonista clave en la prevención de enfermedades no transmisibles.
«El papel de la alimentación es especialmente importante en los primeros años, cuando además se inculcan unos hábitos que tendrán consecuencias a corto y largo plazo. Si esos hábitos relacionados con la alimentación son saludables, reduciremos las posibilidades de desarrollar de forma precoz enfermedades no transmisibles. Por el contrario, descuidarlos tendrá un efecto negativo e irreversible en nuestra salud, aunque las consecuencias no se manifiesten inmediatamente. Los niños con sobrepeso u obesos tienen mayores probabilidades de seguir siendo obesos en la edad adulta y de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como diabetes o enfermedades cardiovasculares. Otras patologías que se podrían evitar cuidando la alimentación desde la infancia son determinados trastornos del aparato locomotor como la artrosis, problemas anímicos y ciertos tipos de cáncer», indica el informe.

martes, 16 de junio de 2020

Aclaraciones fundamentales para realizar una dieta sana de manera correcta


12 errores comunes al ponerse a dieta para adelgazar

Varios mitos y falsas ideas que pueden destruir la efectividad de una dieta.

Pexels
Es frecuente que la gente se apunte al gimnasio para mejorar la salud. Pero, aunque algunos lo nieguen, lograr un aspecto físico atractivo también es uno de los objetivos prioritarios
Hacer deportes es saludables y aporta muchos beneficios no solamente para nuestro bienestar físico, sino también mental. Ahora bien, si queremos perder peso, el ejercicio físico es solo una parte de nuestra tarea. El control de los aspectos psicológicos y la correcta alimentación van a determinar nuestro éxito o fracaso.

Errores más usuales a la hora de ponerse a dieta

Pero ponerse a dieta no es fácil y cuando pasadas unas semanas se compruebe que la capa de grasa que cubre el cuerpo no ha desaparecido, llega la frustración y la desmotivación. 
En este artículo te explicamos cuáles son los errores más comunes a la hora de ponerse a dieta.

1. No ser realista

Sin duda, uno de los errores más frecuentes es no ser realista. Cuando comenzamos una dieta, es posible que estemos hiper motivados, que nos hayamos hecho una idea de lo que será nuestro cuerpo al cabo de unos meses y lo bien que no sentiremos. Pero la realidad, es que la pérdida de peso es un proceso lento, en que hay que trabajar duro; y dependiendo del porcentaje de grasa corporal, necesitaremos más o menos tiempo. 
La falta de motivación no es buena, pero tampoco lo es el exceso, que suele acabar en frustración y, paradójicamente, en desmotivación.

2. Seguir una dieta milagrosa

Y claro, no ser realista viene causado muchas veces por la desinformación. Internet y el mundo digital ha entrado en nuestras vidas pisando con fuerza. En este contexto, es fácil dejarse llevar por la infoxicación. Además, las grandes empresas dedicadas al sector de la nutrición, nos bombardean constantemente con mensajes que nos envían una visión errónea de la realidad. Parece fácil lograr un cuerpo diez en un mes siguiendo un tipo de dieta o consumiendo un suplemento determinado.
En las últimas décadas, han ido surgiendo distintas dietas que no son nada saludables. Por ejemplo, algunas reducen la ingesta de carbohidratos, o se basan en el consumo excesivo de proteínas. La realidad es la siguiente: En cuanto a la nutrición, lo atajos no son buenos. Esto puede producir un efecto rebote al cabo de un tiempo, y las consecuencias no solo afectan a nuestra salud, sino a nuesto objetivo de perder peso.

3. No comer suficiente

Pero, además estas dietas, hay otras que simplemente nos hacen pasar hambre. Es cierto que cuando queremos perder peso debemos consumir menos calorías de las que quemamos. Pero eso no quiere decir que debamos ponernos en huelga de hambre. Hay que seleccionar alimentos que nos sacian y consumir productos con un alto poder nutritivo.

4. No comer 5 veces al día

Además, otra estrategia muy empleada es la de comer 5 veces al día. De esta manera evitamos pasar largas horas en ayunas, y nuestro cuerpo esta siempre bien nutrido, lo que tendrá un efecto positivo no solamente a la hora de perder peso, sino que nuestra concentración o nuestro estado mental también se beneficiará.
En definitiva, si repartimos las calorías diarias en 5 comidas y es posible controlar el hambre, la mantener el cuerpo y el metabolismo en niveles óptimos y, además, nos permite adelgazar.

5. Saltarse el desayuno

Especialmente importante, y por eso hay que destacarlo, es saltarse el desayuno ¡Craso error! El desayuno es, quizás, la comida más importante del día. Si no desayunamos, este hecho nos acompañará durante todo el día. Ahora bien, igualmente importante es cenar. Se puede cenar ligero, pero no irse a la cama sin cenar, porque a media noche podemos sufrir las consecuencias.

6. No dormir bien

Dormir bien o mal va a ser crucial a la hora de seguir una dieta o no. Si duermes bien, nuestro metabolismo va a funcionar mejor. De lo contrario, si duermes mal, vas a estar cansado durante el día lo que te va a afectar a tus otros hábitos como la alimentación.

7. Estilo de vida estresado

El estilo de vida estresado es perjudicial para seguir una dieta. Raramente conseguirás comer a las horas idóneas prepararte la comida correcta, por lo que resultará en un total fracaso. Además, esto te obligará a comer rápido, lo que influirá en lograr la saciedad.

8. No practicar ejercicio físico

Como ya se ha comentado, la práctica deportiva es esencial para perder esos kilitos de más. Son varios los estudios que demuestran que, para la pérdida de grasa a largo plazo, es necesario combinar los aspectos nutritivos con la práctica del ejercicio físico. Sin este último factor, difícilmente lograrás provocar el desequilibrio energético de forma saludable..

9. No estar bien hidratado

El agua es esencial no solo para la vida, sino que también lo es si estamos a dieta. El agua te va a ayudar a sentirte lleno y quemar grasa y, además, si haces deporte estarás hidratado. Una buena opción es beber agua con limón, que además te aportará una dosis extra de vitamina C

10. No incluir frutas

Las frutas son alimentos con pocas calorías pero un valor nutritivo muy alto. Además, contienen fibra que ayuda a regular nuestro intestino y nos hacen sentir saciados. Cambiar los alimentos poco saludables, por ejemplo la bollería industrial, por fruta es una gran opción. Le estaremos dando al cuerpo una opción saludable llena de vitaminas.

11. No controlar el azúcar y la sal

La sal y el azúcar no son buenos para la pérdida de peso ni para la dieta. Mientras la sal es responsable de la retención de líquidos, el exceso de consumo de azúcar aumenta los niveles de insulina.
El la actualidad, se consumen muchos alimentos con índice glucémico alto, como los hidratos de carbono procedentes de cereales refinados (por ejemplo, la bollería industrial) y del azúcar. Estos alimentos provocan que se produzca hiperglucemia y, en consecuencia, tengamos un pico de energía y después un incremento en el hambre. Por eso se recomienda el consumo de carbohidratos de absorción lenta (por ejemplo, el arroz integral) que nos mantiene saciados durante más tiempo.

12. Comer productos light

Existe mucho marketing detrás los productos light. Sin embargo, una investigación del National Obesity Forum y la Public Health Collaboration (instituciones del Reino Unido) afirma que consumir frecuentemente estos alimentos bajos en calorías puede generar tanta o más cantidad de azúcar y grasas que lo que en principio dicen eliminar. Por tanto, en la medida de lo posible, es mejor evitarlos. 

lunes, 8 de junio de 2020

La obesidad en época de pandemia del Covid-19. ¿Aumentan los riesgos?


Obesidad y COVID-19: ¿Amistades peligrosas?


Por: Dafina Petrova, Elena Salamanca-Fernandez y María José Sánchez 
La obesidad es una prioridad de salud pública por ser uno de los factores de riesgo que más aumenta la morbilidad y la mortalidad prematura (1), y empeorar la calidad de vida de las personas que la padecen. Actualmente hay un debate abierto en la comunidad científica de si la obesidad es una enfermedad en sí misma.
La obesidad es un factor de riesgo importante para el desarrollo de muchos tipos de cáncer (2), enfermedades cardiovasculares y, en general, para el deterioro de la salud metabólica (dislipidemia, diabetes mellitus o resistencia a la insulina) (3).
En el año 2019 se estimó que más del 23% de la población adulta española padecía obesidad siendo esta prevalencia de un 24,6% en los hombres y algo inferior en las mujeres (22,8%) (4). Además, la prevalencia de la obesidad ha ido aumentando en las últimas décadas, y de mantenerse la tendencia actual, en España en el año 2030 se esperan más de 10 millones de nuevos casos, suponiendo un sobrecoste médico directo de más de 1.900.000.000 euros (5).
Para determinar si una persona tiene obesidad, habitualmente se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de la persona (en kg) por su talla al cuadrado (kg/m2). La Organización Mundial de Salud establece un punto de corte del IMC≥30 para definir la obesidad. Por ejemplo, una persona que mide 1.65 m y pesa 82 kg o más tendría obesidad (IMC≥30), y si pesase más de 95 kg, la obesidad sería severa (IMC≥35).

Recientemente, se ha abierto un debate científico sobre la obesidad en relación con la actual pandemia por COVID-19, ya que se han publicado los primeros estudios que sugieren que los sujetos con obesidad tienen más riesgo de desarrollar una enfermedad más grave por coronavirus (6). En concreto, los estudios muestran que la obesidad es un factor de riesgo para la hospitalización, el ingreso en UCI y consecuencias graves que lleven a la muerte, en caso de enfermedad por COVID-19 (7-10).
Según los primeros datos procedentes de Francia de personas ingresadas por COVID-19, los pacientes con obesidad severa (IMC ≥35) requieren con más frecuencia ventilación mecánica invasiva, frente a los pacientes delgados (7, 10), independientemente de la edad, el sexo, la diabetes y la hipertensión arterial (7). En el mismo sentido, un estudio de 4.103 pacientes con COVID-19 en Nueva York asocia significativamente la obesidad con la necesidad de hospitalización y el estado crítico de los pacientes (cuidados intensivos, ventilación mecánica y/o muerte), independientemente de otras comorbilidades (8). En este estudio, la prevalencia de obesidad en los pacientes hospitalizados fue de un 39,8%, mientras que en el grupo de los no hospitalizados fue del 14,5 %. Otro estudio reciente de 16.749 pacientes británicos confirma que la obesidad se asocia con un riesgo elevado de morir por COVID-19 (11).
Otros estudios de EEUU añaden que la obesidad podría ser un factor muy importante a tener en cuenta en las personas más jóvenes (9) (véase también la Figura 1), ya que muchos de los pacientes jóvenes que empeoran gravemente hasta necesitar ventilación mecánica o morir padecen obesidad. Parece que cuando la edad no es avanzada (<65 años), el exceso de grasa se convierte en el primer factor determinante para empeorar el pronóstico por COVID-19.

Entre los mecanismos biológicos que subyacen a que la enfermedad COVID-19 pueda afectar más a personas con obesidad, se encuentra la disminución de la capacidad pulmonar y ventilación de estos pacientes, así como la inflamación cónica asociada. Esta inflamación puede estar originada por el exceso de tejido adiposo en personas con obesidad, lo que produce una disfunción metabólica que puede conducir, entre otras patologías, a dislipidemia, resistencia a la insulina, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión y enfermedad cardiovascular, que también se han barajado como factores de riesgo de COVID-19 (12). Por otro lado, se investiga si el tejido adiposo puede estar sirviendo de reservorio, porque expresa la proteína ACE2, utilizada por el SARS-CoV-2 como puerta de entrada para infectar la célula (13).
Estos resultados preliminares han llevado a los científicos a recomendar que las personas con obesidad, especialmente aquellos con obesidad más severa (obesidad mórbida), deban tomar medidas adicionales para evitar la infección por coronavirus (7). Además, es relevante destacar que los estudios sugieren que las personas jóvenes con obesidad son un grupo más vulnerable. Hasta ahora el perfil de la persona de alto riesgo por COVID-19 se caracterizaba por una edad avanzada y la existencia de alguna enfermedad crónica previa, como la hipertensión o la enfermedad cardiovascular. Sin embargo, esta nueva evidencia apunta a que las personas jóvenes, sin patologías crónicas asociadas, también podrían ser un grupo de riesgo si tienen obesidad.
Mientras el estado de alarma y las medidas adoptadas han reducido dramáticamente el riesgo de infección por el coronavirus, éstas podrían haber tenido también efectos no deseables sobre la salud de la ciudadanía, con implicaciones para su estado físico, cardio-metabólico y sobre la prevalencia de sobrepeso y obesidad, entre otras. Se están llevando a cabo varias encuestas cuyos resultados aún no se han publicado, pero se espera que las condiciones de confinamiento hayan complicado la adherencia a una dieta variada y saludable y hayan reducido los niveles de actividad física (14), ambos factores muy importantes para mantener un peso adecuado. Además, se han suspendido varias actividades presenciales o consultas con profesionales sanitarios dirigidas a personas con obesidad que estaban en tratamiento para mejorar su condición, con implicaciones para su progreso(14).
En relación con esta situación sin precedentes, la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) ha publicado unas recomendaciones para una rutina saludable en confinamiento.
En resumen, los estudios recientes sugieren que la obesidad juega un papel importante en la gravedad de la enfermedad por coronavirus, con implicaciones para las personas jóvenes. Quedamos pendientes de ver si los datos de nuestro país confirman también esta hipótesis.
Los investigadores y el Covid-19 aún nos estamos conociendo, por lo que es importante seguir revisando el papel de la obesidad, a medida que vayamos disponiendo de más evidencia científica. Además, hay que tener en cuenta que la obesidad suele ir acompañada de otras comorbilidades, como la diabetes, la hipertensión o la apnea del sueño, que podrían ser en última instancia, las responsables del incremento de riesgo observado.
Debemos tomar conciencia de que la obesidad y el sobrepeso no son problemas estéticos, sino que se acompañan de afecciones que multiplican los riesgos de sufrir complicaciones o incluso morir cuando nos vemos expuestos a virus y otras infecciones, por lo que hay que seguir promoviendo la necesidad de conseguir un peso saludable, vital para afrontar con éxito próximas epidemias y disfrutar de una vida con menos riesgos.