lunes, 8 de junio de 2020

La obesidad en época de pandemia del Covid-19. ¿Aumentan los riesgos?


Obesidad y COVID-19: ¿Amistades peligrosas?


Por: Dafina Petrova, Elena Salamanca-Fernandez y María José Sánchez 
La obesidad es una prioridad de salud pública por ser uno de los factores de riesgo que más aumenta la morbilidad y la mortalidad prematura (1), y empeorar la calidad de vida de las personas que la padecen. Actualmente hay un debate abierto en la comunidad científica de si la obesidad es una enfermedad en sí misma.
La obesidad es un factor de riesgo importante para el desarrollo de muchos tipos de cáncer (2), enfermedades cardiovasculares y, en general, para el deterioro de la salud metabólica (dislipidemia, diabetes mellitus o resistencia a la insulina) (3).
En el año 2019 se estimó que más del 23% de la población adulta española padecía obesidad siendo esta prevalencia de un 24,6% en los hombres y algo inferior en las mujeres (22,8%) (4). Además, la prevalencia de la obesidad ha ido aumentando en las últimas décadas, y de mantenerse la tendencia actual, en España en el año 2030 se esperan más de 10 millones de nuevos casos, suponiendo un sobrecoste médico directo de más de 1.900.000.000 euros (5).
Para determinar si una persona tiene obesidad, habitualmente se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC), que se calcula dividiendo el peso de la persona (en kg) por su talla al cuadrado (kg/m2). La Organización Mundial de Salud establece un punto de corte del IMC≥30 para definir la obesidad. Por ejemplo, una persona que mide 1.65 m y pesa 82 kg o más tendría obesidad (IMC≥30), y si pesase más de 95 kg, la obesidad sería severa (IMC≥35).

Recientemente, se ha abierto un debate científico sobre la obesidad en relación con la actual pandemia por COVID-19, ya que se han publicado los primeros estudios que sugieren que los sujetos con obesidad tienen más riesgo de desarrollar una enfermedad más grave por coronavirus (6). En concreto, los estudios muestran que la obesidad es un factor de riesgo para la hospitalización, el ingreso en UCI y consecuencias graves que lleven a la muerte, en caso de enfermedad por COVID-19 (7-10).
Según los primeros datos procedentes de Francia de personas ingresadas por COVID-19, los pacientes con obesidad severa (IMC ≥35) requieren con más frecuencia ventilación mecánica invasiva, frente a los pacientes delgados (7, 10), independientemente de la edad, el sexo, la diabetes y la hipertensión arterial (7). En el mismo sentido, un estudio de 4.103 pacientes con COVID-19 en Nueva York asocia significativamente la obesidad con la necesidad de hospitalización y el estado crítico de los pacientes (cuidados intensivos, ventilación mecánica y/o muerte), independientemente de otras comorbilidades (8). En este estudio, la prevalencia de obesidad en los pacientes hospitalizados fue de un 39,8%, mientras que en el grupo de los no hospitalizados fue del 14,5 %. Otro estudio reciente de 16.749 pacientes británicos confirma que la obesidad se asocia con un riesgo elevado de morir por COVID-19 (11).
Otros estudios de EEUU añaden que la obesidad podría ser un factor muy importante a tener en cuenta en las personas más jóvenes (9) (véase también la Figura 1), ya que muchos de los pacientes jóvenes que empeoran gravemente hasta necesitar ventilación mecánica o morir padecen obesidad. Parece que cuando la edad no es avanzada (<65 años), el exceso de grasa se convierte en el primer factor determinante para empeorar el pronóstico por COVID-19.

Entre los mecanismos biológicos que subyacen a que la enfermedad COVID-19 pueda afectar más a personas con obesidad, se encuentra la disminución de la capacidad pulmonar y ventilación de estos pacientes, así como la inflamación cónica asociada. Esta inflamación puede estar originada por el exceso de tejido adiposo en personas con obesidad, lo que produce una disfunción metabólica que puede conducir, entre otras patologías, a dislipidemia, resistencia a la insulina, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión y enfermedad cardiovascular, que también se han barajado como factores de riesgo de COVID-19 (12). Por otro lado, se investiga si el tejido adiposo puede estar sirviendo de reservorio, porque expresa la proteína ACE2, utilizada por el SARS-CoV-2 como puerta de entrada para infectar la célula (13).
Estos resultados preliminares han llevado a los científicos a recomendar que las personas con obesidad, especialmente aquellos con obesidad más severa (obesidad mórbida), deban tomar medidas adicionales para evitar la infección por coronavirus (7). Además, es relevante destacar que los estudios sugieren que las personas jóvenes con obesidad son un grupo más vulnerable. Hasta ahora el perfil de la persona de alto riesgo por COVID-19 se caracterizaba por una edad avanzada y la existencia de alguna enfermedad crónica previa, como la hipertensión o la enfermedad cardiovascular. Sin embargo, esta nueva evidencia apunta a que las personas jóvenes, sin patologías crónicas asociadas, también podrían ser un grupo de riesgo si tienen obesidad.
Mientras el estado de alarma y las medidas adoptadas han reducido dramáticamente el riesgo de infección por el coronavirus, éstas podrían haber tenido también efectos no deseables sobre la salud de la ciudadanía, con implicaciones para su estado físico, cardio-metabólico y sobre la prevalencia de sobrepeso y obesidad, entre otras. Se están llevando a cabo varias encuestas cuyos resultados aún no se han publicado, pero se espera que las condiciones de confinamiento hayan complicado la adherencia a una dieta variada y saludable y hayan reducido los niveles de actividad física (14), ambos factores muy importantes para mantener un peso adecuado. Además, se han suspendido varias actividades presenciales o consultas con profesionales sanitarios dirigidas a personas con obesidad que estaban en tratamiento para mejorar su condición, con implicaciones para su progreso(14).
En relación con esta situación sin precedentes, la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) ha publicado unas recomendaciones para una rutina saludable en confinamiento.
En resumen, los estudios recientes sugieren que la obesidad juega un papel importante en la gravedad de la enfermedad por coronavirus, con implicaciones para las personas jóvenes. Quedamos pendientes de ver si los datos de nuestro país confirman también esta hipótesis.
Los investigadores y el Covid-19 aún nos estamos conociendo, por lo que es importante seguir revisando el papel de la obesidad, a medida que vayamos disponiendo de más evidencia científica. Además, hay que tener en cuenta que la obesidad suele ir acompañada de otras comorbilidades, como la diabetes, la hipertensión o la apnea del sueño, que podrían ser en última instancia, las responsables del incremento de riesgo observado.
Debemos tomar conciencia de que la obesidad y el sobrepeso no son problemas estéticos, sino que se acompañan de afecciones que multiplican los riesgos de sufrir complicaciones o incluso morir cuando nos vemos expuestos a virus y otras infecciones, por lo que hay que seguir promoviendo la necesidad de conseguir un peso saludable, vital para afrontar con éxito próximas epidemias y disfrutar de una vida con menos riesgos.


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