Estamos acostumbrados a leer estudios que relacionan ciertos tipos de alimentos con el estado de ánimo. Se debe a que contienen aminoácidos como el triptófano -presente por ejemplo en el cacao- que influyen en los niveles de serotonina y dopamina, por lo que predisponen a la felicidad o, si hay déficit, a la depresión. Menos habitual es el estudio de la relación inversa: ¿cómo nos comportamos ante la comida según nuestro humor o predisposición psicológica? O más concretamente: ¿qué decisiones tomamos en cuanto a nutrición se refiere basándonos en nuestro propio estado de ánimo?

Una nueva investigación dirigida por la Universidad de East Anglia (UEA) ha explorado este aspecto a través de un conocida herramienta de la rama de psicología denominada Teoría del Enfoque Regulatorio, formulada por el profesor Tory Higgins, de la Universidad de Columbia. Según Higgins, se pueden establecer dos tipos de comportamientos en la toma de decisiones: el primero está basado en lo que identifica como el enfoque de promoción, es decir, las personas que buscan por medio de sus acciones un estado ideal; y el segundo es el enfoque de prevención o las que persiguen lograr la seguridad.

Cada grupo se define bien por los deseos y aspiraciones, bien por sus deberes y obligaciones
Más concretamente, los individuos con un enfoque de promoción están preocupados por la presencia o ausencia de resultados positivos que conducen a los estados finales deseados, mientras que aquellos con un enfoque de prevención están preocupados por la ausencia o presencia de resultados negativos. El enfoque de la promoción se ocupa de los deseos y aspiraciones de la gente, mientras que el de la prevención se refiere a sus deberes y responsabilidades.


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