lunes, 6 de abril de 2020

La ansiedad en tiempos de crisis. Cómo detectarla y tratarla


¿Estoy teniendo ansiedad? Reconoce los síntomas (y cómo controlarla)

La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 puede aumentar los casos de ansiedad. Reconocer a tiempo los síntomas y saber cómo reaccionar es vital para minimizar sus efectos sobre la salud
ansiedad agobio
Imagen: Foundry
El pulso se acelera, la respiración se hace más rápida, el pecho te oprime y sientes una vaga sensación de angustia e, incluso, de flojedad. Son algunos de los síntomas que caracterizan a la ansiedad, un estado emocional que padece un 7,36 % de la población española, según la Encuesta Nacional de Salud de 2017, y que es más común entre mujeres (9,79 %) que hombres (4,79 %). Entre 1990 y 2013, el número de personas con depresión o ansiedad aumentó cerca de un 50 % en todo el mundo, pasando de 416 millones a 615: cerca de un 10 % de la población, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aprender a identificarla y saber cómo actuar frente a una crisis de ansiedad es de vital importancia, sobre todo en esta situación inusual de aislamiento y cuarentena.
Los seres humanos estamos preparados para activarnos ante cualquier situación de peligro. El corazón late más deprisa, hiperventilamos y tensamos los músculos para poder salir corriendo y preservar la vida. La motivación fisiológica es clara: prepararnos para la huida. “Cuando se trata de un peligro real, es lo que se llama una respuesta de ansiedad positiva; pero cuando no lo es, mi cuerpo se ha preparado para una situación peligrosa, cuando en realidad este peligro solo existe dentro de mi cabeza, y me imagino que algo va a salir mal o tengo pensamientos catastrofistas. Es lo que popularmente conocemos como ansiedad”, explica Silvia Álava, especialista en psicología educativa del Centro de Psicología Álava Reyes.

La ansiedad está, por lo general, muy relacionada con las interpretaciones que hacemos de las situaciones que vivimos, y las ideas potencialmente irracionales que puedan derivarse de ellas. Sentirla de forma ocasional es algo normal: nos sucede cuando estamos en una situación potencialmente ansiógena, como la actual crisis del coronavirus, en la que muchas personas han tomado decisiones irracionales, como comprar alimentos de manera excesiva pese a los mensajes oficiales que aseguran el abastecimiento. Pero cuando esto se da de forma recurrente, sintiendo preocupaciones y miedos intensos, excesivos y persistentes en muchas situaciones cotidianas, nos podemos estar refiriendo a un trastorno de ansiedad.

“Que en estos momentos tengamos todos un poquito de ansiedad es previsible, porque nos encontramos en una situación extrema que nunca antes habíamos vivido como país. Tener un poco de miedo nos ayuda a ser precavidos, a seguir las instrucciones que nos dan desde Sanidad, a lavarte más las manos, a pensártelo dos veces antes de tocar algo…”, argumenta Álava. “El problema es cuando se pasa a una situación de pánico, y hacemos cosas que no nos evitarían un contagio, como hacer acopio masivo de comida, cuando nadie nos ha dicho que se vaya a acabar”.

Ansiedad: los síntomas y qué hacer

A nivel físico, la ansiedad se manifiesta a través de una cierta taquicardia y una sensación de ahogo o asfixia, como si no llegara suficiente aire a los pulmones; así como una sensación de flojedad y de cierta angustia o miedo. Unos síntomas que es importante reconocer y que afectan negativamente al organismo, ya que si no los gestionamos bien, pueden derivar en dolores de tipo somático (de cabeza, de estómago, etcétera).

Puesto que la ansiedad es una respuesta habitual ante situaciones de estrés elevado, una buena forma de evitar que esta se produzca (o que, de hacerlo, tenga menor intensidad) es evitar las situaciones de estrés. De igual manera ayuda la psicoeducación, “el entender que todos y cada uno de nosotros vamos a sentir emociones, y que no todas serán agradables”, sostiene Álava, quien también apunta a la necesidad de aprender a ver cómo estamos interpretando la realidad y qué tipo de pensamientos estamos teniendo. “Generalmente, cuando estamos inmersos en una crisis de ansiedad, tenemos unas ideas irracionales que tienden a magnificar las situaciones y a proyectar una serie de escenarios que en la mayor parte de las veces serán mucho peores que lo que va a llegar a pasar”, añade.

Por otro lado, cuanto más sano sea el estilo de vida que llevemos, más fácil resultará mantenernos alejados de la ansiedad. El deporte, por ejemplo, ayuda mucho a controlarla, “ya que la activación fisiológica que se produce cuando llevamos 25 minutos de ejercicio contrarresta mucho la activación producida por esas emociones más negativas”, ilustra la experta. Favorecer las emociones agradables –como las que se producen al estar de risas con los amigos, aunque sea por WhatsApp o videoconferencia– tampoco viene nada mal.

¿Cómo se puede tratar la ansiedad?

Para empezar, es fundamental trabajar mucho con las personas y que estas sean conscientes de lo que están sintiendo y pensando. Una parte muy importante está relacionada con técnicas de relajación y manejo del estrés, “como pueden ser una relajación muscular progresiva, una respiración diafragmática o determinadas técnicas de mindfulness, apunta Álava.

También es necesario trabajar con los pensamientos que tenemos, “con esas ideas de tipo irracional que muchas veces provocan una respuesta de ansiedad o con las interpretaciones tan negativas que a veces hacemos de las situaciones”. Es decir: no se puede cambiar la situación, pero sí la interpretación que se hace de ella. Muchas veces, el sentimiento que tenemos no está tan causado por la realidad que vivimos de forma objetiva, sino por cómo la interpretamos y cómo en esas interpretaciones introducimos ideas catastrofistas de que algo va a ser horrible.

Aunque hay una serie de tratamientos y protocolos, estos siempre se adaptarán a la persona que necesite ayuda. No todos responderán igual a determinadas técnicas, y estás dependerán de factores como el colectivo que se trate (niños, mayores, embarazadas…), la personalidad del paciente, la edad e incluso el nivel de educación.

Conviene también recordar que ansiedad y depresión son dos cosas diferentes. “Lo que ocurre es que hay mucha comorbilidad, es decir, que ambos trastornos se presentan con frecuencia al mismo tiempo. Si la ansiedad se prolonga a lo largo del tiempo, esta puede degenerar en un trastorno del estado de ánimo (la depresión), aunque por supuesto no siempre sucede”, argumenta Álava.

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Imagen: RUANSHUNYI

Las crisis de ansiedad

Por todo ello, resulta esencial diferenciar entre ansiedad y crisis de ansiedad. Cuando, en un determinado momento, el nivel de ansiedad te sobrepasa de tal manera que, a nivel físico, genera una sensación de pánico con unos síntomas muy similares a los del infarto, hasta el punto de que puede confundirse con él, estamos ante una crisis de ansiedad. De acuerdo con el seguro médico Sanitas, se considera que una persona ha sufrido una crisis cuando concurren cuatro o más de los siguientes síntomas:

  • Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca (taquicardia).
  • Sensación de ahogo, con respiración rápida.
  • Opresión en el pecho.
  • Miedo o pánico.
  • Sudoración o escalofríos.
  • Temblores.
  • Náuseas o molestias abdominales.
  • Mareo o incluso desmayo.
  • Sensación de irrealidad.
  • Sensación de entumecimiento u hormigueo.
Si nunca se ha sufrido una crisis de este tipo y no se reconocen los síntomas, es posible que se opte por acudir a Urgencias, ante el temor de que se trate de un infarto. Pero si ya se ha pasado por una, se puede controlarla si no nos dejamos arrastrar por el pánico: tratar de normalizar la respiración, inspirando por la nariz y expirando por la boca rítmica y pausadamente, y tomarse el pulso mientras tanto, ayudará a recuperar la normalidad.

Para identificarla de modo correcto, comenta la psicóloga Silvia Álava, es muy importante la psicoeducación; entender qué es la ansiedad y cuál es la mejor respuesta, de manera que podamos decir: “Esto es ansiedad y, aunque sea tremendamente desagradable, sé que se irá igual que ha venido y que será cuestión de dejar pasar el tiempo. Mejor si conozco una serie de estrategias y de técnicas que me ayuden a rebajarla y evitar entrar en una situación de crisis e incluso un ataque de pánico”.

¿Qué hacer ante una crisis de ansiedad?

Lo primero y más importante, empatizar con la persona que esté atravesando esa crisis y hacerle ver que entendemos por lo que está pasando. “Si le decimos ‘te entiendo, y entiendo lo que te está pasando’, por lo menos estará más predispuesta a escucharnos, y poder servir de ayuda para ayudarla a ver su problema de otra manera”, explica Álava. En cualquier caso, eso no significa ponernos a su nivel, sino ser capaces de trabajar juntos para relativizar la situación. Podemos incluso usar el sentido del humor, puesto que eso significará que ya podemos ver la situación de una perspectiva diferente. “Pero cuidado: es necesario estar seguros de que la persona a quien tratamos de ayudar está preparada para apreciar ese sentido del humor, porque lo último que necesitamos es que ese alguien sienta que nos estamos riendo de él o de ella”, recalca.

En todo caso, olvidémonos de pedirle a esa persona “que se tranquilice”. Esta es una de las reacciones más habituales, y también de las más inútiles, porque nunca funciona: si la persona que está teniendo la crisis supiera cómo tranquilizarse, ya lo habría hecho.

¿Cuándo debemos pedir ayuda?

No es preciso esperar a tener todos los síntomas de un trastorno de ansiedad para recurrir a ayuda profesional. Es necesario tomar la decisión mucho antes: “En el momento en que tú veas que te estás sintiendo mal, que hay situaciones que se te escapan de las manos y que además no entiendes muy bien lo que está ocurriendo, debes pedir ayuda”, sostiene Álava. Así, aprenderás a comprender cómo son las emociones que estás sintiendo y cómo ponerlas a tu favor, y no en tu contra.

Por el contrario, no tratar la ansiedad puede degenerar en enfermedades de tipo somático, es decir, dolores que se perciben igual que si tuvieran una causa orgánica, pero con componente somático. Es la forma que tiene el cuerpo de decirte que no puedes seguir así: erupciones en la piel, molestias gastrointestinales, alopecia, migrañas… Señales del cuerpo para que entiendas que necesitas parar. Y a nivel psicológico, “perdemos mucha capacidad de atención y concentración, lo que puede hacer que disminuya la productividad; así como cansancio y apatía, lo que nos puede llevar a un círculo vicioso: como hacemos menos cosas, generamos menos emociones agradables, nos vamos sintiendo peor e incluso puede llevarnos a asilarnos y no querer salir de nuestro entorno”.


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